Desde hace miles de años que el hombre disfruta de la compañía y utilidad del perro. Ya en la prehistoria aparecía en numerosas pinturas rupestres. Pero estas primeras selecciones se basaron más en la domesticación y el comportamiento útil del perro en tareas como la caza y la guarda de ganado que en otra cosa. A partir de aquí los perros habrían empezado a ser criados desde hace miles de años siempre para conseguir características y comportamientos  específicos de ellos.

Es a medida que avanzamos en el tiempo cuando empezamos a encontrarnos una selección de canes con morfologías mucho más diferenciadas entre ellas, resultando una gran variedad de tipos de perros. De este modo podemos ya hablar de grupos de perros que más o menos reproducían individuos similares en tipo y aptitudes. Así pues, nos encontramos con perros pastores, perros cobradores, perros levantadores de caza, perros de pantano o agua, perros de guarda e incluso perros de compañía. Recibían nombres concretos o comunes pero no se conocía ninguna raza como tal. A medida que el hombre evolucionaba hacia nuevas necesidades y actividades iban surgiendo nuevos tipos de perros.

Pero el concepto de raza como lo conocemos actualmente todavía no existía. No es hasta finales del siglo XIX cuando el Kennel Club Inglés empezó a registrar los primeros documentos en forma de pedigrí, siendo éstos una copia o imitación de los registros genealógicos que ya se venían realizando para el ganado en general y los caballos más concretamente. Es gracias a estos trabajos donde se empiezan a definir las diferentes razas y sus patrones. A partir de este momento, podemos definir a una raza como un grupo representativo de perros con características muy parecidas tanto a nivel morfológico como comportamental y que son transmitidas de forma estable a sus descendientes.

En la actualidad existen 343 razas oficiales reconocidas por la Federación Cinológica Internacional (en adelante F.C.I.). Cada raza es “propiedad” de un país miembro, concretamente de la organización canina nacional oficial y reconocida por la F.C.I. en aquel país (en nuestro caso la Real Sociedad Canina de España, R.S.C.E. en adelante) que es quien tiene la potestad sobre la raza y define su patrón racial o estándar. Además de definirlo, lo va modificando cuantas veces sea preciso según las necesidades evolutivas de la raza y adecuándolo a su propia realidad.  

Así pues, el patrón racial o estándar de una raza es una descripción precisa, minuciosa y completa de todas y cada una de las partes anatómicas de su cuerpo, es decir sus características morfológicas, a fin de constituir el tipo ideal de la raza. También se incluyen aspectos tales como la textura del pelo, los colores admitidos del mismo, el tamaño (tanto para machos como para hembras), el tipo de movimiento que deben tener y la funcionalidad a la que responde esa raza en concreto.

Pero también nos describe como debe ser su carácter y actitud, aspectos éstos igual de importantes que su morfología y que deben tenerse en cuenta en su conjunto en el momento de informarse de una raza (especialmente antes de adquirir un cachorro) y también por parte de los criadores a la hora de planificar sus camadas. ¿De qué nos servirá un ejemplar morfológicamente perfecto si su carácter no responde a lo que se espera de él?

El estándar racial es una pieza fundamental para el criador que debe conocer el de su raza a la perfección, buscando en todo momento que los ejemplares por él criados se asemejen en el mayor grado posible al prototipo ideal descrito por el estándar.

También los jueces deben conocer los estándares de las razas que juzgan puesto que en ellos se basan al examinar a los ejemplares durante la celebración de las exposiciones caninas.